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Esther Koplowitz y Fernando Falcó, un amor eterno: "Era un hombre excepcional"

La familia y amigos más cercanos de Fernando Falcó le han dado el último adiós al marqués de Cubas en Madrid.

Esther Klopowitz tras el último adiós a Fernando Falcó. / Gtres

Pilar Vidal
Pilar Vidal

Fernando Falcó y Fernández de Córdova, III marqués de Cubas, fallecía este martes en un hospital de Madrid a los 81 años, tras un tiempo enfermo. Nació en el seno de una familia aristocrática. Su padre, Manuel Falcó, fue duque de Montellano y su madre, Hilda Fernández de Córdova, marquesa de Mirabel y dama de la reina Victoria Eugenia. Aunque los que lo conocían bien aseguran que la nobleza la llevaba en la genética.

Por eso aunque muchos se empeñasen en decir que era amigo del Rey Juan Carlos, él lo negaba y razonaba diciendo: " Yo no me considero amigo de don Juan Carlos, le considero una persona a la que quiero y respeto mucho". Y eso que en su palacio de la Castellana había vivido y estudiado de pequeño ‘el príncipe don Juanito’ y tanto Fernando como su hermano Carlos compartieron pupitre con él. Abogado de profesión, estudió en Deusto, fue consejero y vicepresidente del Banco de Extremadura, de FCC, Realia Business y ejerció la vicepresidencia de Sogecable.

Al igual que su hermano Carlos Falcó —fallecido hace siete meses — también ha estado ligado al mundo vitivinícola. En 2010, el grupo bodeguero Euguren —con seis bodegas riojanas— le nombró consejero independiente, una responsabilidad que ha seguido ejerciendo hasta hoy. Consiguió lo que muchos anhelan, preservar su intimidad a pesar de haber copado durante años las revistas del corazón por su matrimonio con la socialité Marta Chávarri, con la que estuvo casado desde 1982 hasta 1989 y tuvo su único hijo, Álvaro Falcó Chavarri de 36 años, que heredará su título de marqués de Cubas.

Salió tan escarmentado de aquellos círculos sociales que no conservó ningún amigo. Sí lo eran Paco Núñez, Eduardo Laviña, Luis Álvarez de Estrada o Vicuña, pocos pero muy buenos. Fernando era tan inteligente que no le afectaban los problemas y siempre sabía ver el lado positivo de las cosas. Disfrutaba de todo y además era agradecido, algo poco habitual. Le privaba comer bien y aunque estuviera enfermo no decía no a una buena comida. En los últimos años su restaurante favorito de Madrid era El Paragüas y en Palma de Mallorca no fallaba a El Olivo.

Encontró la paz en las letras y profundizaba en la filosofía de la que recibió clases hasta hace unos meses. Como sevillano de cuna, adoraba el flamenco y lo bailaba bien, además de pasarse horas escuchando cante jondo. Hizo famosos a Los del Río, a los que invitaba a su caseta de la feria cuando aún no eran conocidos y estos le dedicaron una sevillana.

Amante de los coches, fue presidente del RACE desde 1976 hasta 2002, y desde 2012 era el presidente de su Fundación. Hasta hace unas semanas seguía conduciendo por la capital alguno de sus vehículos. En el 98 el destino quiso que se encontrará con un ángel, Esther Koplowitz, marquesa de Casa Peñalver y millonaria empresaria.

Ambos comenzaron una historia de amor que a buen seguro continuará en el más allá. Aunque llevaban más de diez años separados seguían viviendo bajo el mismo techo y ha cuidado de él hasta el último momento durante la enfermedad.

Lo suyo era una relación que estaba por encima de todas las normas. Se casaron el 7 de junio de 2003 en una ceremonia íntima en la finca de ella en Ciudad Real. La prensa se enteró una semana después y alguien les hizo llegar una instantánea del feliz momento. Su sentido del humor y su nobleza enamoró a toda la familia de la empresaria —hijas y nietas— que hoy lloran en silencio su vacío.

"Fernando era un hombre muy excepcional. Enormemente noble, incapaz de hacer daño a nadie", recuerda Esther Koplowitz a este periódico. A pesar de la fama de mujeriego que le precedía, a ella le guardó siempre lealtad y fidelidad y la empresaria nunca ha querido quitarse el anillo.

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